viernes, 30 de noviembre de 2012

Una gran cosecha, para un ferrocarril ausente



Nos encontramos hoy en plena campaña agrícola 2012/13 de cara a una muy buena cosecha de granos gruesos, 93 millones de toneladas (fundamentalmente soja y maíz) estima el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés), que sumado a los 17 millones de toneladas que se espera pueda rendir finalmente la fina (trigo y cebada). Sumado da un total de 110 millones de toneladas de granos en tan solo un año. Mi pregunta es la siguiente ¿Cómo vamos a transportarlo? La respuesta es aparentemente sencilla, en camión.

Estamos ante un monopolio de transporte, pero no de una sola empresa, sino de un solo modo. En este comienzo demostrado queda la abundante demanda, pero en la vereda de enfrente hay un solo oferente, hablando a grandes rasgos por supuesto. Que otras opciones se pueden plantear en el transporte de grandes volúmenes, fundamentalmente 2, el transporte fluvial y el ferrocarril.


Si vemos los porcentajes de participación de cada uno nos vamos a llevar una gran sorpresa, cuanto más si lo queremos comparar con otros países como ejemplo. En la actualidad el 83% de la cosecha es transportada en camión, 16% por ferrocarril y apenas el 1% lo hace por la vía fluvial. Es decir, los medios más económicos son los que menos presencia tienen. En el caso de Estados Unidos, el principal productor mundial de granos, el 55% de su producción viaja por ferrocarril, 38% por vía fluvial y apenas el 7% restante lo hace por carretera, es decir, en camión.

Muchos recordarán más de una película de origen norteamericano donde ilustra la vida del camionero, recorriendo el país en esas moles gigantescas que parecen tener una habitación de hotel incorporada dentro. Esa profesión que tanto orgullo les genera como para dedicarles películas, representa el 7% dentro del espectro de transporte ¿Por qué? Es simple, economía. Transportar grandes volúmenes fraccionados en pequeñas cantidades solo implica costos, ni hablemos de la cantidad de combustible que se consume en dicho proceso. Solo por ejemplificar, tan sólo un vagón es capaz de transportar el equivalente a dos camiones, si multiplicamos eso por la cantidad de vagones que es capaz de llevar un tren veremos la diferencia.

Entonces ¿Por que un productor que se encuentra a 900kms del puerto de Rosario tiene que abonar cerca de $300 por cada tonelada de carga a transportar? Por que su única opción es enviar su cosecha por asfalto. Muchos me dirán que por que no lo incluyo al pequeño productor en ese 16% que mencioné antes, no es sencillo de explicar, pero lo puedo resumir, sencillamente las empresas de transporte de carga por ferrocarril se ocupan de los grandes clientes que le garanticen un cuantioso tonelaje, no les interesa ir estación por estación juntando vagones a lo largo del recorrido, simplemente les interesa ir desde A hasta B con el tren lleno y volver desde B hasta A con el vacío para volver a llenarlo.

Celebro que nos estemos encaminando hacia una campaña agrícola que promete ser muy buena, con algunas dificultades en el comienzo es cierto, pero a día de hoy las previsiones son muy optimistas. Es algo bueno para los productores que vienen de un ciclo muy difícil, es bueno para el país y por ende es bueno para nosotros. Pero vuelvo a la pregunta del comienzo ¿Cómo vamos a transportarla? 

Guillermo A. Ruso.-

miércoles, 11 de enero de 2012

Momentos

Pocos despertares me traen tan placenteros recuerdos como el de un duro banco de cemento con el sol apenas asomando sobre el horizonte y de fondo un ronroneante motor de Alquito junto al parejo murmullo de una GA8 esperando ordenes (cabe aclarar para mi propia integridad física que me refiero a mis tiempos de soltero). Una mezcla de un pistoneo suave y regular como un viejo y querido Rastrojero acompañado por un silbido característico de los sopladores roots de las EMD llenaban el silencio de una tranquila población bonaerense, cuanto más en domingo. Apenas si algún auto, tempranero cuando no, se atrevía a hacer saltar los bloques de hormigón en el paso a nivel de la Av. Rivadavia, ese que da a la estación de servicio, fiel proveedora de café en las largas noches de insomnio.

También acude a mi memoria ese mismo ronroneo pero esta vez ocultando el silencio de la medianoche en pagos del Oeste y que sería mi compañero de viaje, o mejor dicho, siendo yo su compañero en su viaje hacia el este. Un par de revisiones de rutina y tras el inicial momento cada vez más ese ronroneo sonaba como un rugido hambriento de kilómetros, pero llevando tras de si una pesada mochila que parecía ser interminable. Pocas horas pude disfrutar su amena compañía, ya que dispuesta a mi retorno encontré otra compañera que con su parejo silbar me devolvió hacia el rumbo oeste.




Momentos, sonidos, emociones que uno atesora en lo más profundo de sus recuerdos preciados e imborrables. A lo largo de los viajes y de los caminos andados uno va guardando perlitas que permanecen con uno durante la vida como así también amigos y gente muy querida que uno trata de conservar a lo largo de los años. Cada pueblo que he visitado, cada kilómetro que he recorrido han dejado en mi improntas eternas que con el mayor de los esmeros trato de mantener presente en mi mente, a través de fotografías, anécdotas o, como en este momento, mediante la palabra escrita.

Para mi finado viejo el viajar era un oficio, para mí es un gusto aunque para el también lo era más allá de su profesión. Todos en algún momento de nuestras vidas haremos viajes por infinidad de motivos, pero al menos para mí, mientras pueda seguir atesorando esas vivencias será el mayor de los placeres. Sobre rieles, sobre asfalto, sobre agua o en el aire no importa como lo hagamos, lo importante es que nos llene de alegría y emoción el día de mañana poder recordar lo que hoy estamos viviendo.